[Este texto forma parte del catálogo de la exposición Enrique Larroy. Pintura corriente. Museo de Teruel, 2009]

Pintura corriente

Chus Tudelilla

[Comisaria de la exposición]

Enrique LarroyAbordar la pintura en su poética misma es el propósito de esta exposición. Se trata de posar la mirada en la superficie del cuadro para así poder aproximarnos al acto de pintar, con el deseo de comprender desde el análisis crítico, y por supuesto desde la soberana intuición, los mecanismos puestos en práctica por el pintor para permitirnos ver. La pintura entonces hace acto de presencia, dirigiendo la mirada de quien la contempla hacia ámbitos insospechados, arrumbando certezas y propiciando desvíos impredecibles en las huellas de la acción de quien la ejecuta.

Desde sus inicios, la pintura de Larroy responde a un complejo mecanismo perceptivo de carácter procesual, en el que son fundamentales las relaciones espacio-temporales [asideros de fluctuaciones y derivas, y escenarios de la simultaneidad de acontecimientos o paisajes de imprevisibilidad que descubren la transitoriedad y fugacidad de las cosas], la práctica de las más diversas y dispares estrategias picturales [superposiciones argumentales, sedimentaciones, yuxtaposiciones, alteraciones, distorsiones, tensiones visuales, intersecciones...] y el protagonismo del color, la geometría y el azar, elementos determinantes en el devenir de una cartografía de arquitecturas ilusorias que precisa fijar sus límites en un territorio al que sin embargo acaba siendo ajena, toda vez que la pintura impone sus reglas sobre la realidad supuestamente conocida. Y todo enredado en la pulsión de juegos ópticos y paradojas que en las últimas pinturas descubren su lado más oscuro en un tiempo excitado.

Han sido estos conceptos los que hemos brindado al análisis de destacados artistas visuales, escritores, historiadores y críticos de arte, con el ánimo de profundizar en el desarrollo procesual de la pintura de Larroy que, en buena lógica, ha estado siempre en el horizonte de las reflexiones. A lo largo de los últimos meses, y aunque teníamos claro que lo más interesante del planteamiento era el proceso teórico en sí mismo, como sucede con el de la pintura, el intercambio de ideas ha sido especialmente fructífero como queda evidente en las colaboraciones, algunas de ellas auténticas obras de creación.

Mientras tanto, Larroy encerrado en su estudio iba creando el conjunto de obras que el azar dispuso llevara el título de Pintura corriente.

El políptico Insistentemente mareados sigue expandiéndose en sus contornos inciertos, y a su lado cuadros de sombras quejumbrosas perfilan con rigor estancias de colores hirientes, tan secretas y espacialmente ambiguas como las que su cámara fotográfica descubre cuando la asoma a lugares adonde no llega la mirada. La lógica aditiva se impone en detrimento de las lejanías, que otrora abundaran en sus cuadros. Ficciones entrecruzadas de las que es testimonio la serie fotográfica Imagen resumida de la realidad, ilustrativa en su función documental del proceso del díptico de igual título.

La fotografía que siempre ha fascinado a Larroy nunca había tenido tanta presencia como en esta exposición. Además de la serie mencionada, se presenta la secuencia Paisaje inacabado. Régimen abierto, recorrido perceptivo [o quizás se trata de un renovado corrector ocular o adaptador formal] por una casa rosa abandonada en el paisaje y a la intemperie que, como la casa de formica tan conocida y añorada para todos quienes conocen a Larroy y su pintura, resulta ser extraordinariamente expresiva del tiempo actual.