Los cuadros no tienen murallas, ni cerraduras, ni llaves. Pero dentro tienen puertas, muchas puertas batientes y sucesivas que se pueden abrir. Las hay finas como papel de aluminio, blandas como los relojes pintados, pesadas como la historia, manchadas, en mi caso, muchas veces de verde esmeralda o amarillo limón aun tierno. También las hay trasparentes y de espejos deformantes como en los laberintos de feria. Puedes recorrer los pasillos y entrever las finas capas de pintura. Son como una pequeña ciudad. A veces de día, a veces de noche. A ratos vacíos y en otros momentos llenos de gente.
Y si te aburres puedes salir rápidamente por la puerta de emergencia que se distingue porque es como todas las puertas de emergencia.
Teleluz
Enfrente de donde ahora vivo había una pequeña tienda de electrodomésticos que se llamaba así. La recordaba de cuando fui chaval por sus televisores encendidos en el escaparate y por el resplandor de su rótulo. Hace pocos años compré el neón y una semana después, el mismo día que se cerraba el negocio por jubilación, pasé a recogerlo. Al desmontarlo se estropeó. Desde entonces no ha vuelto a telelucir.
Atolón
Pondré como ejemplo un cuadro de Óscar Domínguez que tienen en el IVAM que me pareció horripilante. Se titula El toro herido, pero en francés, y describe en dramático dinamismo la agonía del animal representado al modo de un dragón chino de cabalgata pero con estoque y banderillas bien clavados. Pero yo no voy a eso, sino a los grandes e irreales espacios abiertos que se dejan entrever en muchos cuadros surrealistas. Congelan la escena y la trasladan a lugares atemporales.
Rojo Polar
Igual que ese pesado silencio de poco antes de la tormenta.
Insistentemente mareados
Durante 1993 pinté un cuadro al que puse por título El sentido común, formado por tres telas superpuestas de indudable estabilidad. En 1999 surgió Insistente marea con similares características formales pero con abundante desequilibrio interno. Ahora, en 2004, la cubierta se tambalea y comienza a estar resbaladiza.
Banderas blancas
Las que se exhiben para pedir tregua a las armas o como signo de amistad entre navegantes. Es también el nombre del proyecto cultural que con ilusión contagiosa preparaba un amigo y que ya no podrá llevar a cabo. Son señales de humo.
Aleluya verde lechuga
De plástico mitad barroco y mitad vegetal.
Transeúnte
Nunca preparo boceto, siempre empiezo con la tela en blanco y busco el espejismo en la lejanía. Primero pinto la parte más cercana y después intento ir apartando capas para llegar al horizonte. Pero nunca consigo llegar de nuevo al fondo blanco.
La Arquitectura al alcance de todos
Algunos cuadros admiten una mirada en planta ortogonal que si bien puede sugerir la distribución de lujosos pabellones en una amplia parcela, también se puede asimilar a la organización de los escombros en un moderno Punto Limpio.
Habitaciones compartidas
Frente a las cibernéticas vidas paralelas, habitaciones compartidas. Aunque da lo mismo porque son compatibles.
Turbocaracol
Cuando este cuadro llevaba muchos meses dando lentos paseos por el suelo y las paredes del estudio hablé por teléfono con una amiga de un escrito de Antonio Saura sobre el conejo con caracoles. En su comentario gastronómico, dirigido al pregón de fiestas de Sabiñánigo de 1987, el artista resaltaba la extravagancia y habilidad de la cocina aragonesa, entre otras, para guisar sin inmutarse al animal más rápido junto al naturalmente más lento. Mi cuadro, en esta ocasión, llevaba vida de caracol pero me ponía la cabeza a cien.
Continentes de bolsillo
Hay algunos momentos en los que parece que todo lo que necesitas te cabe en los bolsillos.
Estos comentarios al pie de la ficha técnica tienen tan poco que ver con los cuadros como el mismo título. Estos son pinturas abstractas.