[Texto en el catálogo de la exposición Enrique Larroy. Entrevistas. Sala Luzán, Zaragoza, 2004]

Melodrama en color

Alejandro J. Ratia

"You are the Queen, your husband's brother's wife,
But would you were not so. You are my mother"

Hamlet. Acto tercero, escena cuarta.

Enrique Larroy Suele pensarse del objeto artístico que todo en él es tal y como es irremediablemente y que su poder, frente a otros objetos, procede de esta capacidad coercitiva. "Noli me tangere", le dice el cuadro a quien se acerca. Heinrich Wölfflin opinaba en 1915 que “toda obra de arte es una estructura, un organismo”, que “en ella ha de ser todo como es, sin que sea posible variar nada”. Por aquellos mismos años en que el teórico suizo opinaba tales cosas, otros imaginaban el cuadro como una máquina, mejor que como un organismo vivo, algo que, por lo tanto, se construye y que resultará así, tal como es, por una decisión científica pero arbitraria, perfectamente reversible. Mientras Duchamp se afanaba en "El Gran Vidrio", era su demanda una "pintura de precisión y belleza de indiferencia" (peinture de précision et beauté d'indifférence). Es diferente imaginar la conclusión de un cuadro como su salida de la fábrica, o de la cadena de montaje, que como un parto, del que la criatura nace con todos sus pelos y señales, con sus irrepetibles huellas dactilares, e incluso con su pecado original a cuestas. Se trata, no obstante, de consideraciones escolásticas que conciernen a la existencia o no de un alma en el objeto, y que no varían en lo sustancial la exigencia de que la disposición de miembros o engranajes sea una muy concreta y venga dada.


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